domingo, 8 de mayo de 2011

Vancouver! Vancouver! Aquí está!!!

Dentro de unos días será 18 de Mayo, una de esas fechas que los amantes de las Ciencias de la Tierra conocen bien. Hace 31 años, a las 8.32 minutos de la mañana, entraba en erupción el Mount Saint Helens tras un silencio de 123 años. Sería lógico pues dedicar el post al repaso de esa erupción, harto comentada por ser una de las más espectaculares demostraciones de poder que la naturaleza haya realizado en las últimas décadas. Pero no va a ser así. Y es que muchas veces hay circunstancias que rodean a este tipo de fenómenos que quedan en un segundo plano ante el despliegue de la catástrofe en sí misma. Personas anónimas que, aunque de forma más sigilosa, menos notoria, por extraña fortuna, y extrañas circunstancias, ya formarán parte de esas historias.



Mount Saint Helens, antes de la erupción de 1980.


Es el caso de David Alexander Johnston. Geólogo de 30 años, se formó en las faldas del Monte Augustine, en Alaska, un espectacular edificio muy explosivo que forma parte de ese maravilloso arco volcánico de las Aleutianas. Allí adquirió experiencia en este tipo de volcanismo que le serviría para unirse al USGS tras haber conocido a Doug Lalla, sismólogo de Anchorage, en la Universidad de Urbana, Illinois. Tras haber realizado sus primeros trabajos estudiando las rocas volcánicas del Precámbrico en la Península de Michigan, su pasión por el fenómeno volcánico se intensificó de manera definitiva en Augustine, donde realizó su tesis, que completó en 1978 leyéndola en la Universidad de Washington, Seattle.


David A. Johnston, en su puesto de Coldwater II, 1980. Harry Glicken

Tras este paso, fue adquiriendo interés en el papel que los volátiles desempeñaban en los procesos volcánicos, ampliando su zona de trabajo a Katmai, también en Alaska. Por este motivo, se unía ese mismo 1978 al USGS, donde uno de los objetivos del programa en el que estaba inmerso era determinar el papel de los gases volcánicos como posibles precursores de actividad. Tras acoger a un estudiante como becario, Harry Glicken, en 1979, sus planes contemplaban una importante campaña durante el año 1980 en varios volcanes de Alaska, planes que se vieron truncados con el despertar de Mount Saint Helens.


Colapso y Blast lateral. Mount Saint Helens, 18 de Mayo de 1980.

David llegó a la zona del volcán a comienzos de la primavera con su estudiante. Durante siete semanas recogió muestras de gases, tanto en el aire como en el propio volcán, y pasó gran parte del tiempo en el Centro de Mando del Servicio Forestal de Vancouver. David nunca ocultó su temor a que Mount Saint Helens pudiera tener una erupción muy explosiva a tenor de lo que estaba comprobando. Mientras acompañaba a un grupo de reporteros confesó: “No quiero ser alarmista, de hecho creo que soy un tipo bastante calmado cuando se trata de volcanes, pero esta cosa me asusta bastante, creo que sería mejor largarse de aquí”.


Detalle de la destrucción causada por la erupción. USGS.

El 17 de Mayo, David tuvo que sustituir a su estudiante en el puesto de observación de Colswater II, a 8 kilómetros del volcán. Sabía que aún a aquella distancia el volcán podría entrar en erupción y ponerle en problemas. Harry, su estudiante, tenía que dar una charla y tenía que dejar el volcán. El día siguiente, a las 8.32 minutos de la mañana, la radio de David transmitió el siguiente mensaje: “Vancouver! Vancouver! Aquí esta!” Fueron las últimas palabras que David Johnston transmitió. Mount Saint Helens se había colapsado en uno de sus flancos. Los flujos piroclásticos producto del blast lateral apenas tardaron 45 segundos en recorrer esos 8 kilómetros. Hoy, en el lugar en el que estaba David se erige el Mirador de la Dorsal de Johnston, en una de las panorámicas más espectaculares que se pueden ver del volcán.

Vista actual desde el Johnston Ridge Observatory. National Geographic.

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